La tranquilizamos y seguimos nuestro paseo por la orilla del pantano, en la zona de la umbría.
De repente divisamos entre la hierba seca una cabeza y dos ojos que nos miraban fijamente. ¿Qué animal es? Pues parece un perro, dijo Morgana. Al avanzar el animal, Piero vió su larga cola y exclamó: Parece un zorro. Los demás asentimos y atónitos observamos la escena en un silencio profundo. Tiesos como garrotes.
Instintivamente, Kike cogió a Trufa en brazos. Su pelo erizado y su latido acelerado indicaban su inquietud. Mientras, el zorro continuaba su trote pausado. Cada vez más cerca. Muy cerca. Está ahí, a cinco metros de nosotros. Piero saca su cámara y aprieta nervioso el botón. Kike aguanta a Trufa, Morgana se agacha y coge una piedra.
El zorro se detiene, nos mira, y continúa su marcha por la orilla en dirección al cortijo, quizás en busca de alguna presa fácil.
Todos nos sentimos afortunados del encuentro y seguimos con la mirada al zorro, alejándose tranquilamente.
¡Hasta siempre, Zorrete!
Las últimas luces del día teñían de violeta la superficie líquida del pantano.
Mágico Cornalvo.
El zorro se detiene, nos mira, y continúa su marcha por la orilla en dirección al cortijo, quizás en busca de alguna presa fácil.
Todos nos sentimos afortunados del encuentro y seguimos con la mirada al zorro, alejándose tranquilamente.
¡Hasta siempre, Zorrete!
Las últimas luces del día teñían de violeta la superficie líquida del pantano.
Mágico Cornalvo.
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